miércoles, 21 de marzo de 2018

Estimado señor Thornhound :
Permítame antes que nada que me presente.
Mi nombre es John Trapalander. Vivo en Eugene, Oregon. Soy el afortunado propietario de un fructífero aserradero y varios bosques con los mejores cedros rojos del Noroeste. Tristemente viudo, y con fe en Nuestro Señor, veo pasar la vida desde éste rincón del mundo.
Pero algo turba las noches en éstos días.
Verá. Hace dos meses arribó a Portland un clipper ya vetusto, el “Golden Swan”, trayendo consigo una carga de maderas exóticas provenientes de la India. Siempre estoy al tanto de nuevos materiales para la ebanistería y pujé por uno de sus lotes. Allí descubrí que otros lotes ya habían sido adquiridos por su compañía, Mr.Thornhound, y de ahí que me haya atrevido a enviarle ésta misiva. Por eso y por otra razón que ahora le detallaré.
De vuelta a casa, tras unos días muy atareados, dispuse de tiempo para trabajar esa madera exótica y comprobar su valía y belleza.
Decidí hacer un pequeño taburete con alguna filigrana nativa y así comprobar la resistencia de esa madera contra mi fornido cuerpo.
He de decirle que el olor de su resina al trabajarla es embriagador, incluso se podría decir que un buen perfume de mujer palidece a su lado. Bien, como le decía, en un par de semanas acabé el taburete. Una curiosidad que descubrí cuando me senté por primera vez en él es que se me calentaba el trasero rápidamente. En un primer momento lo achaqué a algún alcaloide natural del árbol de las Indias, y pensé que sería un éxito comercial con las debidas precauciones.
Por supuesto la madera tiene un veteado mejor que el de la caoba y el palosanto, es magnífica.
Bien, proseguí mi vida con normalidad los siguientes días hasta que una noche hará un mes y medio , desperté sentado en el taburete y envuelto en sudor. Temblando,y sin recordar cómo había llegado hasta allí, me incorporé lentamente y me acerqué a la cama, pues el taburete se encontraba en mi recámara.
Entonces me di cuenta de algo extraordinario,
¡ El taburete brillaba con luz propia!
Una extraña luz verduzca iluminaba la estancia, arrojando extrañas sombras en mis aposentos.
Encendí el candil y la luminosidad cedió.
Examiné el taburete y comprobé que quemaba como el agua en el fogón. Nunca había oído nada semejante de una madera.
En la semana siguiente episodios semejantes tuvieron lugar, hasta que una noche desperté de nuevo sentado en esa madera maldita pero cuando abrí los ojos no era mi hogar lo que contemplé…
Ante mi atónita mirada se desplegaba  una gran habitación en penumbra, iluminada por la luna casi llena que se colaba por una de las ventanas. A mis pies un perro roncaba sobre una vieja alfombra y yo mismo estaba sentado en un taburete en medio de la estancia. Me incorporé y encendí una de las cerillas que siempre llevo conmigo para hacer trabajar a mi vieja pipa de espuma de mar. A mis espaldas pude ver una gran cama con doseles labrados de extrañas formas y símbolos desconocidos para mí.
El perro se desperezó y se frotó contra mí, parecía inquieto. Me acerqué a la pared cercana a la puerta pues un gran cuadro allí colgado presidía majestuoso la estancia.Era una hermosa obra, con gusto. Allí reflejada se alzaba una gran mansión, sin duda la que ahora me rodeaba, entre un bosque sombrío y unas extrañas estatuas que se alzaban en la entrada principal. Miré el taburete pero no brillaba como me esperaba, debía estar soñando. Lo toqué y estaba frío. El chucho correteó hasta la puerta y agitó la cola. Me acerqué y me dispuse a escuchar pegado a la puerta. Alguien subía unas escaleras. Me pellizqué para despertar de ese esa extraña ensoñación pero seguía en la mansión.
“¿Hermano, te encuentras bien?”, se oyó
al otro lado. Una mujer joven, sin duda.
Me sobresalté y no respondí. En ese momento la cerilla se apagó y el perro empezó​ a ladrar.
Me apresuré tembloroso a encender otro fósforo y cuando lo logré mis sentidos abandonaron mi cuerpo ante el horror del que fui testigo.
A mis pies yacía el perro, o lo que quedaba de él, carcomidos sus huesos por el tiempo, sobre la alfombra marchita.
Afuera, una sucesión de luz y oscuridad, día y noche, lunas incontables, se sucedían sin pausa como si la creación corriera desbocada hasta el Juicio Final. Los árboles caían y se levantaban, la nieve cuajaba y se fundía en un devenir imparable ante el cuál cerré los ojos.
Pero lo peor llegó a continuación, pues un estruendo estremeció los goznes de la puerta y un rugido infernal, de bestia inmunda , llenó la recámara. Me arrodillé implorando al Señor y escuché quebrarse la madera, al tiempo que una pestilencia atroz llenaba el aire. Levanté la mirada y un monstruo, simiesco y porcino a la vez, de más de dos metros, me señaló con el dedo, y una voz gutural, en un terrible inglés, surgió de sus fauces
“¡ Intruso, queremos la llave, dinos dónde la has guardado , tenemos a tu hermana!”
Caí atrás, sobre el taburete, y de repente me encontraba en mi habitación, con el trasero caliente y la frente helada.
Inmediatamente saqué ese instrumento del diablo de mi casa y procedí a quemarlo, junto a los seiscientos kilos de esa maldita madera que había adquirido.
Le ruego no me tome por un loco o un bromista.
Si le escribo es porque no quiero que éstos encantos y hechicerías se arrojen sobre nuevos inocentes. Por favor, deshágase de ese cargamento.
He investigado sobre su origen y parece ser que unos extraños monjes del Rajastán ,la Hermandad de la Lágrima, que siempre visten extrañas máscaras para tapar su rostro, son los que poseen el monopolio sobre esos árboles.
Sin duda un culto maligno es el que profesan.
Quizá lo achaque todo usted a mi imaginación, lo sé, y quizá no le falte razón. Pero una última casualidad me ha animado a escribirle.
Releyendo un viejo libro sobre historias de fantasmas en la campiña inglesa, me topé con una ilustración exacta de la casa de mi ensoñación. Estoy seguro . No hay duda.
Se trata de unas viejas ruinas, pertenecientes a la familia Jessup,en Wingfield, Derbyshire, donde usted reside.
¿ Casualidad ?
Sólo nuestro Señor lo sabe…
Eugene, a 19 de Febrero de 1923.
John Trapalander.

PD : Le adjunto un boceto de la mansión Jessup que he encontrado en “ Viejos Monumentos y lugares de interés de Derby y su Comarca”, de Palmer y Collings, Oxford 1901.

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